-No enciendas la luz
Las luces eran tenues en el largo pasillo, y las viejas tablas crujían bajo sus pisadas. Llegó a su habitación y giró el picaporte tan suavemente como pudo, empujando la puerta lentamente para no despertar a su compañera de cuarto.
Un poco más tarde, la música se detuvo de repente y la voz del locutor d advirtió en un tono de urgencia que un asesino convicto había escapado del manicomio – que resultó estar ubicado no muy lejos del lugar donde ellos estaban – y que cualquiera que vea un hombre extraño al acecho con un gancho en lugar de su mano derecha debia informar inmediatamente a la policía.
La muchacha se asustó y pidió que la llevaran a casa. El muchacho, trabó todas las puertas asegurando a su chica que estarían a salvo y trató de besarla de nuevo. Ella se puso frenética y lo rechazó, insistiendo en que debian salir rapido de alli. De mala gana, el chico arranco bruscamente el coche y lo puso en marcha haciendo rechinar las ruedas.
Cuando llegaron a casa de la muchacha se bajaron del coche ya calmados, y, al cerrar la puerta, ella empezó a gritar descontroladamente. El muchacho corrió a su lado para ver qué pasaba y allí, colgando de la manija de la puerta, habia un gancho cubierto de sangre.
-La estatua del payaso
Una niñera debe quedarse a cuidar el bebé de una familia que esa noche tiene una fiesta a la que no puede faltar. Antes de abandonar su casa la mujer detalla los cuidados que requiere su hijo y le facilita un número de contacto por si surge cualquier problema. La chica ya ha trabajado durante semanas con el niño y tiene experiencia con muchos otros bebés. Pero desde luego esta no es su casa favorita, ya que el padre ha ido recopilando una colección de payasos de juguete en sus diversos viajes. Los muñecos le producen escalofríos cuando debe entrar al cuarto del niño para vigilarlo en su cuna.
La noche se presenta con normalidad hasta que de repente el bebé comienza a llorar en su habitación, por más cuidados y atenciones que le brinda, el niño no deja de llorar. La chica odia quedarse en ese cuarto porque siente como si todos los muñecos con forma de payaso la miraran fijamente mientras trata de consolar al bebé. Para colmo el padre parece que ha comprado un nuevo payaso casi del tamaño de un niño, una pieza terriblemente realista que han sentado en la mecedora que muchas noches la niñera usa para calmar al niñito hasta que se duerme.
Al llegar a la casa de los vecinos llama nuevamente al señor de la casa. Este está realmente asustado y le contesta mientras conduce su coche a toda velocidad hacia su casa. Le explica que él nunca ha comprado un payaso de esas características y que probablemente alguien disfrazado entrara en la casa para robar, al sentir que subía las escaleras se sentara en la mecedora para confundirse entre la oscuridad. La chica totalmente aterrorizada observa por la ventana de la casa de los vecinos como a los pocos minutos el pequeño payaso escapa con una bolsa probablemente llena de objetos de valor. Por suerte, una hora después la policía, gracias a su descripción, detiene a un enano que al parecer trabajaba en un circo ambulante y acostumbraba a entrar en las habitaciones de los niños para robar cualquier objeto de valor que encontrara mientras las familias duermen.
Vale, aquí no hay mucho de asesinatos, pero hay otra versión en la que el payaso se dedica a entrar en casas para «asesinar» a la niñera o al niño.
A estas alturas, la chica empezaba a estar un poco más asustada, pensando que aquel hombre podía ser, bueno, un loco y podía ir de verdad y hacer algo. Pero decidió que lo mejor era no hacer caso y seguir esperando a ver qué pasaba. Pensó en subir a ver cómo estaban los niños, porque ya hacía un buen rato que no había subido, pero lo pensó mejor porque… bueno, porque no creía que pasara nada. El teléfono sonó por tercera vez, una media hora después. Y la misma voz masculina dijo: «Ya está llegando la hora y voy a ir a por los niños y también a por ti».
Entonces la chica se puso muy nerviosa y decidió llamar a la policía. Y cuando llamó le contó a la telefonista lo que le estaba pasando y ésta le dijo: «Muy bien. Verás lo que vamos a hacer, la próxima vez que llame, entretenle para que podamos localizar la llamada».
La chica se quedó esperando; estaba muy nerviosa, pero pensó que era lo mejor que podía hacer. Muy pronto el teléfono sonó otra vez. Y era el hombre. Intentó hablar con él un rato, sacarle algo de información, pero lo único que el hombre decía era: «Voy a ir a las 10.30 y voy a matar a los niños y luego voy a ir a por ti». La chica colgó el teléfono, estaba aterrorizada, pero no podía hacer nada más que sentarse y esperar. El teléfono sonó de nuevo. Ella contestó y era la telefonista, que le dijo: «Sal de la casa inmediatamente; no subas arriba; no hagas nada; solo sal de la casa. Cuando salgas te encontrarás con unos policías que se ocuparán de todo».
La chica se quedó completamente petrificada y pensó que tendría que ir a ver a los niños, pero decidió que si la telefonista le había dicho que saliera debía salir. Total, que salió y cuando se puso a hablar con los policías le contaron que habían localizado la llamada, y provenía de la otra línea del piso de arriba, que todo el tiempo el hombre la había estado llamando desde la misma casa y que ya había asesinado a los dos niños, que los habían encontrado descuartizados en el dormitorio. Si hubiera esperado un poco más la habría cogido a ella también.
Otra leyenda popular estadounidense de los 60, realmente parecida a otras tiene como único objetivo la moraleja de que «cuidar niños es una gran responsabilidad» o asustar a las niñeras o canguros… también.
-Mañana traeré más (La carta)








excelentes historias, me encanta este blog, sigue así.