Aquí va un creepypasta poco conocido, una historia que se adentra en los rincones más oscuros de internet.
La web profunda es el lado de internet que no se puede encontrar mediante motores de búsqueda típicos, sino que solo se puede acceder usando programas especiales que otorgan anonimato. Contiene algunas de las cosas más enfermas que uno podría imaginar, y es el eje central de esta historia traumática.
The Hidden Wiki es un sitio de la web profunda que informa sobre muchos de los portales disponibles allí. Solo exploré la web profunda una vez, y fue suficiente.
Llegar hasta allí fue difícil. Los programas necesarios para navegar de forma anónima tienen instrucciones de instalación complicadas, y no soy precisamente un genio de la tecnología. Tras varias horas frustrantes, finalmente lo conseguí.
Mi primera parada fue, sin duda, la codiciada Hidden Wiki. Se habla mucho de ella y resulta imposible no sentir curiosidad. Todo lo que se dice es cierto: hay que tener extremo cuidado con lo que se pulsa. Aun evitando muchos enlaces, terminé viendo imágenes y artículos que nunca quise ver. Cosas que nadie debería ver.
Tras apenas diez minutos navegando, ya esperaba que el FBI llamara a mi puerta. Mi único crimen había sido la curiosidad.
Al principio te vuelves alarmantemente paranoico, cuestionando cada acción. Con el tiempo, esa tensión se disipa y empieza a aparecer una peligrosa confianza. Tras varios días, me sentí más aventurero, explorando enlaces sobre experimentos humanos, asesinos a sueldo y mercados negros.
Evitaba completamente los enlaces pornográficos. La cantidad de sitios que ofrecían pedofilia era repugnante. Tampoco me arriesgué demasiado con páginas de snuff, aunque admito que vi uno o dos vídeos, solo por curiosidad.
Tras varias semanas, me sentía seguro. Había aprendido a esquivar automáticamente los enlaces peligrosos. Fue entonces cuando me uní a un foro llamado Underground Families.
Era un foro relativamente manso. Reunía a familias que vivían completamente aisladas del mundo, bajo tierra o en lugares cerrados. No se hablaba de asesinatos, tortura ni endogamia. Parecían familias normales que solo querían vivir fuera del sistema.
Lo que los unía era que nunca salían de sus casas. Vivían completamente aislados del mundo exterior.
Me registré solo para leer. No pretendía interactuar, hasta que un usuario llamó mi atención por su popularidad. Sin querer destacar, le envié un mensaje privado fingiendo que escribía un artículo.
Pasaron días sin respuesta. Cuando regresé al foro semanas después, simplemente ya no existía. El sitio había desaparecido por completo, como si nunca hubiera estado allí.
Decidí seguir explorando la web profunda. Encontré sitios que vendían objetos hechos de piel humana, cápsulas de cianuro y armas. Incluso un portal llamado «El suicidio Voyeur», donde las personas retransmitían su suicidio en directo.
Cuando estaba a punto de abandonar la web profunda, encontré un sitio llamado Camino a ninguna parte. Mostraba fotos de familias viviendo en sótanos, aparentemente felices.
Pronto descubrí que no era un foro, sino una especie de servicio de citas. Pero no para parejas, sino para familias que buscaban nuevos miembros.
Cada familia describía con detalle extremo lo que buscaba: altura, rasgos faciales, tono de voz. Querían que todos parecieran biológicamente relacionados.
Por accidente encontré un enlace oculto. Llevaba a un foro muy distinto. Oscuro. Perturbador.
Había solo dos secciones: familias que buscaban niños y familias que ofrecían los suyos.
Leí un hilo tras otro. Niños «reubicados» por llorar demasiado o no cumplir ciertos rasgos físicos. Fue entonces cuando todo encajó.
Una mujer ofrecía a su hijo con un ultimátum: si nadie lo aceptaba antes del 3 de agosto, se desharía de él. Era 1 de agosto.
Hice algo que nunca debí hacer. Le escribí diciendo que tomaría al niño.
Respondió casi de inmediato. Me pidió que hablara de mi familia. Mentí. Fingí ser una madre casada con una hija de seis años.
«Creo que un niño está a punto de morir.»
Al día siguiente, las noticias informaron del hallazgo del cuerpo de un niño de cuatro años. Había sido secuestrado años atrás. Una llamada anónima alertó a la policía, pero fue demasiado tarde.
El niño fue encontrado muerto en un contenedor. Se sospecha estrangulamiento. No hubo pistas del culpable.
Nunca se identificó a la persona que llamó.
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