En Perú conviven numerosas leyendas urbanas e históricas. Entre los años 60 y 70, en la sierra peruana, los pequeños pueblos vivían alejados de las grandes ciudades, dedicados a la agricultura y el pastoreo. En este contexto de aislamiento, empezó a suceder algo espantoso: desapariciones sistemáticas entre los pobladores.
Primero desaparecía un vecino, luego alguien de la esquina, hasta que familias enteras contaban con dos o tres miembros perdidos. Al ser pueblos remotos, no recibían ayuda del Estado, hasta que un sobreviviente descubrió el horroroso destino de los desaparecidos.
Una noche de tormenta, un campesino que regresaba a su hogar sintió una presencia acechándolo. Tras una persecución desesperada en la oscuridad, el hombre tropezó y fue golpeado hasta quedar inconsciente. Al despertar, se encontró maniatado en una cueva lúgubre, rodeado de un olor rancio a muerte y murmullos escalofriantes.
Cuando su vista se acostumbró a la luz de los agónicos lamparines, vio algo atroz: cuerpos colgados como ropa recién lavada. Había niños, mujeres y hombres conocidos, muchos de ellos decapitados o desollados. El hombre logró presenciar cómo le quitaban pacientemente la grasa a una mujer aún viva antes de encontrar la fuerza para escapar y dar la voz de alarma en su pueblo.

Ilustración de la macabra labor de un Pishtaco
Realidad y mito: El tráfico de grasa humana
Cuando la policía y la prensa llegaron finalmente a la cueva, hallaron más de cien cuerpos mutilados sobre un suelo pegajoso de sangre. La investigación reveló una verdad inquietante: a los cuerpos les faltaba únicamente la grasa. A estos criminales se les conoció como «Pishtacos», hombres desalmados dedicados al tráfico de grasa humana con fines supuestamente industriales y comerciales.
Resumiendo, los Pishtacos son descritos en la tradición como malhechores solitarios que habitan las montañas. Su aspecto suele ser el de un hombre alto, a menudo extranjero (rubio y de ojos claros), que utiliza herramientas especiales para extraer la grasa de sus víctimas y venderla posteriormente.
En el año 2009, la noticia cobró relevancia mundial cuando la policía peruana afirmó haber capturado a una banda que supuestamente había asesinado a decenas de personas para vender su grasa a compañías cosméticas internacionales por miles de dólares. Aunque el caso resultó estar inflado y vinculado finalmente al narcotráfico, sirvió para reavivar el temor a esta figura que sigue grabada en la mente de los peruanos.
A día de hoy, el personaje se utiliza para alertar a la gente sobre zonas peligrosas o donde se realizan actividades ilícitas. La leyenda del Pishtaco permanece como una de las crónicas más oscuras y persistentes del folclore andino.
Soy peruano y las historias son reales :v
Un canal de youtube es una de las cosas que me gustaría hacer en un futuro, pero se necesita mucho tiempo….
Podrias hacer un canal de youtube dedicado a este material analizar los creepypastas y ver su grado de realismo es muy interesante y me gusta mucho tu blog 😀
¿Para qué temerle a fantasmas cuando puedes temerle a las personas? Sólo ellas podrían hacerte cosas así…