«Hace algunos años me gustaba pasar tiempo con amigos explorando sitios viejos y supuestamente embrujados. Estábamos cerca de la iglesia ‘Edisto First Presbyterian’ donde una chica llamada Julia Legare fue enterrada en el mausoleo de su familia allá en 1852.
La gente decía escuchar ruidos sobrenaturales una y otra vez, pero nunca se había investigado de dónde provenían. Quince años después, cuando abrieron la puerta del mausoleo para enterrar al siguiente familiar, encontraron su cadáver acurrucado en una esquina cerca de la puerta, con los brazos estirados como si tratase de encontrar una salida.
Bien, mis amigos creyeron que sería divertido cerrar la puerta gigante de piedra conmigo dentro y recogerme en la mañana. Esos malditos me dejaron ahí… Lo intenté una y otra vez, usando todas mis fuerzas, pero no la moví ni un centímetro. En la oscuridad, me resigné a pasar la noche ahí.
Sentado en un lugar tan pequeño, rodeado de una niebla que no podía explicar, la sola oscuridad parecía tratar de comerme vivo. Entonces escuché los arañazos. Eran débiles al inicio, pero pronto fueron más y más fuertes. Un fuerte grito hizo eco en la oscuridad, era un lamento lleno de dolor y miedo. Por primera vez pude distinguir el sollozo de una chica, el lastimoso lamento de alguien sin una pizca de esperanza.
Me quedé dormido en algún momento, y me despertó el ruidoso golpe seco de la puerta chocando contra el suelo de afuera. Me arrastré hacia afuera y esperé a mis amigos. Cuando llegaron, dos de ellos estaban de rodillas mirando perplejos: había líneas de sangre por todo el interior de la puerta, algunas con pedazos de uñas.
Después supe que muchas veces la gente había intentado sellar la puerta del mausoleo, incluyendo candados y cadenas, pero siempre encontraban la puerta tirada al otro día. Cuando finalmente me vi en el espejo retrovisor del auto, vi que había sangre en mi rostro. Eran líneas rojas oscuras en ambos lados de mi cara, como si alguien hubiera pasado sus dedos gentilmente por mi rostro con sus dedos rotos mientras dormía, sintiendo el calor de otro por primera vez en más de cien años.»

La tragedia de Julia Legare
Este relato se basa en una leyenda popular de Carolina del Sur. Se dice que en el siglo XIX, Julia Legare enfermó gravemente de malaria y fue declarada muerta. Ante el temor de contagio, fue enterrada rápidamente en el mausoleo familiar.
Años más tarde, al abrir el mausoleo para un nuevo entierro, se descubrió el cuerpo de Julia fuera de su ataúd, desplomado junto a la entrada. La joven había sufrido un estado de coma o catalepsia y despertó en la oscuridad de la tumba, intentando desesperadamente abrir la pesada losa de piedra.
Hoy en día, el mausoleo permanece sin puerta. Los registros históricos y los testimonios locales afirman que todas las puertas instaladas terminan rompiéndose o apareciendo en el suelo, como si el espíritu de Julia se negara a volver a quedar encerrado.
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