El inicio de la historia
Gertrude Baniszewski vivió en Indianapolis. Desde que ella tenía dinero, Baniszewski se encargaba de los niños del vecindario con problemas para ganar un dinero extra. En junio de 1965, Jennifer y Sylvia Likens (16 años por entonces) fueron dejadas al cuidado de Baniszewski, a quien habían conocido pocos días antes en la iglesia.
Jenny era discapacitada (había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a poliomielitis) y un año menor que Sylvia, y no podía moverse mucho.
La decisión de los padres
La relación de los padres de las Likens había pasado por una mala racha y se separaron. Por varias razones comprensibles, dejaron a las niñas con Baniszewski (a quien conocían como «la señora Wright», que había tomado el nombre de una ex pareja). Ellos rápidamente acordaron pagarle 20 dólares a la semana y se fueron.
Durante la primera semana de su estancia, las dos niñas fueron vistas con creciente hostilidad por Baniszewski. Sylvia no era tan mansa y sumisa como su hermana con discapacidad y había poca tolerancia para replicar en esa casa.
Hambre y primeros castigos
Sylvia y Jenny empezaron a quejarse por la comida que ofrecían en la casa desordenada y sucia de Baniszewski. Se les daba rebanadas de pan tostado en la mañana y un plato de sopa a la hora de cenar. Sin embargo, este menú no estaba reservado para ellas solas. Ninguno de la familia Baniszewski estaban comiendo bien porque eran pobres.
Al final de la semana inicial, los 20 dólares por cuidar a las niñas llegó un día tarde. Ambas niñas fueron arrastradas a una habitación de arriba de la casa y golpeadas cruelmente.
Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una semana por nada. El cheque de su padre no ha llegado.
Cuando Sylvia intentó explicar que seguramente el dinero se había retrasado, Gertrude ordenó a ambas que se inclinaran sobre una cama, se quitaran la falda y ropa interior y las azotó con una pala en las nalgas. Como Jennifer tenía poliomielitis y era la más pequeña, Sylvia propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su hermana pequeña. Baniszewski accedió.
La violencia sistemática
El dinero llegó al día siguiente pero Baniszewski no estaba contenta, no quería retrasos. Cada vez que ella estaba en la habitación con Sylvia o Jennie, las abusaba física y psicológicamente. Más tarde, en su juicio, Baniszewski admitió que las golpeó con tanta fuerza que le dolían sus propias manos.
Sylvia se convirtió en el blanco favorito de los castigos regulares que revelaron la naturaleza sádica de Baniszewski. A pesar de que sus padres la visitaron, ellas callaron.
A los niños Baniszewski se les animó a abusar de Sylvia también. También se invitó a sus amigos a venir a la casa y usarla como un saco de arena. Con la madre adoptiva mirando, los muchachos golpeaban y pateaban a Sylvia.
Cuando ella le rogó a Baniszewski que se detuvieran, ella se limitó a reír e instó a sus compañeros torturadores a mayores niveles de abuso.
Un joven con un poco de entrenamiento de judo utilizó a Sylvia en una especie de práctica ficticia. Él la lanzó contra la pared y la tiró por las escaleras, incluso la dejó inconsciente con un palo de escoba.
Baniszewski ordenó a los niños apagar cigarrillos en los brazos y las manos de la niña. Su hija Paula golpeó a Sylvia con la fuerza suficiente para romper los huesos en su propia mano. Después de ser tratada por un médico y tener la mano en un molde de yeso, la chica Baniszewski la golpeaba más fuerte.
Encierro, tortura y muerte
Mientras que Sylvia estaba atada en el sótano, un trabajador social fue llamado para investigar una denuncia anónima de una niña con llagas en su cuerpo. Baniszewski afirmó que las heridas eran resultado de la mala higiene personal de Sylvia y que la había echado de la casa por haberse convertido en una prostituta.
Claramente, los Baniszewskis se preparaban para librarse de su víctima. Sylvia se dio cuenta de que sus días estaban contados si no se escapaba. Hizo un intento desesperado por salir de la casa, pero fue capturada y golpeada hasta la inconsciencia.
Al día siguiente, Sylvia fue colocada en la bañera. Llegó a estar muy tranquila y sus carceleros se dieron cuenta de que estaba muerta.
Investigación y condenas
Los oficiales declararon que el de Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico investigado en la historia del estado de Indiana. Murió por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.
Gracias al susurro de Jenny al oficial Melvin Dixon, la verdad salió a la luz. Baniszewski fue acusada de asesinato, declarada culpable y condenada a cadena perpetua. Nunca expresó remordimiento y solo dijo:
Tuve que darle una lección.
Solo Gertrude y su hija Paula recibieron cadena perpetua. El resto de los implicados tuvo condenas de entre 12 y 21 años. Gertrude salió en libertad condicional en 1985 y murió de cáncer de pulmón en 1990.
Un caso que aún estremece
Las películas An American Crime y The Girl Next Door están basadas en este caso. Aún hoy se intenta explicar cómo fue posible tanta maldad y por qué toda una comunidad permitió que ocurriera.




Deja un comentario