El 10 de diciembre de 1968 se cometió el mayor atraco en la historia de Japón. Este atraco sigue sin resolverse hasta el día de hoy, más de medio siglo después.
En Japón, casi todas las empresas otorgan bonificaciones a los empleados dos veces al año. Una bonificación llega en verano, alrededor de junio o julio, y otra en invierno, cerca de fin de año. Esa mañana, cuatro empleados de la sucursal de Kokubunji del banco Nihon Shintaku Ginko transportaban 294,307,500 yenes (el equivalente en dólares de los EE.UU a $817,520 en 1968) como bonificaciones para los empleados de la fábrica de Toshiba en Fuchu. En ese momento, los empleados estaban transfiriendo el dinero en el maletero de un automóvil de la empresa.
Hace apenas cuatro días, el 6 de diciembre, alguien amenazó al gerente del Japan Trust Bank. El mensajero anónimo amenazó con volar el banco si el gerente no entregaba 3 millones de yenes a una empleada. El empleado depositaría la suma en un lugar designado. No hace falta decir que el banco no respondió a la demanda. En cambio, la Oficina de Policía de Fuchuu envió alrededor de 50 oficiales para rastrear el área en busca de pistas y proteger al personal del banco, sin éxito.
A medida que el auto se acercaba a una calle próxima a la prisión de Fuchū Toyoko para entregar el dinero, un joven policía uniformado los detuvo.
Después de detenerse, el modesto oficial de policía se acercó a ellos, informando a los cuatro empleados que había explotado una bomba en la casa del gerente de la sucursal del banco, y que su estación había recibido una advertencia de que también se había colocado dinamita en ese mismo vehículo de la compañía. Los cuatro empleados de la sucursal salieron rápidamente del vehículo mientras el oficial se arrastró debajo del automóvil de la compañía para inspeccionarlo en busca de bombas. Momentos después, el humo y las llamas salieron disparadas desde debajo del vehículo, lo que provocó que el oficial saliera de debajo del automóvil y gritara que una explosión era inminente.
Los empleados, asustados, se retiraron corriendo a las paredes de la prisión cercana en busca de protección. Sin que ellos lo supieran, ya que se escondieron de la inminente "explosión". Cuando notaron al rato que no había ninguna explosión descubrieron que ni el policía ni el automóvil estaban allí. Supuestamente el joven oficial se subió en el auto y escapó con el dinero.
Durante la investigación subsiguiente, los empleados declararon por qué habían creído que el oficial de policía era un oficial legítimo de la ley y por qué aceptaron su historia sobre las bombas. Era porque el director del banco había estado recibiendo esas cartas amenazadoras días antes. Además, el humo y las llamas que los empleados observaron durante el robo resultaron ser de una bengala de advertencia que el ladrón encendió mientras se arrastraba debajo de su vehículo. En algún momento, el ladrón abandonó el vehículo del banco, transfiriendo todo su contenido monetario a otro automóvil, que también había sido robado antes del atraco.
Más tarde, el ladrón abandonó también el primer vehículo robado. A partir de ese momento, los investigadores supusieron que el ladrón había transferido todo el dinero robado a otro vehículo robado antes de abandonarlo por completo. En la escena del crimen, quedaron al menos 120 pruebas. Una de estas pruebas fue la motocicleta de la policía, que había sido pintada de blanco. Además, la mayoría de las pruebas que quedaron fueron principalmente elementos cotidianos. Los investigadores supusieron que estos elementos se esparcieron intencionalmente por la escena del crimen para confundir la investigación policial y plantar pistas falsas durante el mayor tiempo posible. Esto incluía la motocicleta Yamaha que estaba montando, un sombrero de caza, la bengala de carretera y un imán. La policía también determinó a partir de la saliva de los sellos postales de las cartas que el tipo de sangre del sospechoso era B.
Tras el atraco, la policía inició una investigación masiva. Como parte de la investigación, se barajaron alrededor de 780.000 fotografías de montaje y la lista de sospechosos incluía 110.000 nombres. En total, 170.000 policías se involucraron en la investigación. Como resultado, esto la convirtió en la investigación policial más extensa en la historia de Japón.
El primer sospechoso identificado, luego del robo, fue el hijo de 19 años de un oficial de policía. Sin embargo, murió de intoxicación con cianuro de potasio el 15 de diciembre de 1968, como suicidio. Durante la investigación sobre su posible implicación, antes de su muerte, no tenía coartada. Fue considerado como inocente del crimen a título póstumo, ya que no se recuperó nada del dinero en su poder, lo que fomenta la creencia de su inocencia.
Se publicó la siguiente foto compuesta de la cara del ladrón:
Sin embargo, varios testigos finalmente admitieron que ni siquiera habían visto el rostro del sospechoso lo suficientemente bien como para describirlo, y en 1974, la foto fue anulada oficialmente.
En diciembre de 1969, otro sospechoso fue arrestado por un cargo no relacionado, luego de ser sospechoso. El hombre de 26 años tenía una coartada; el día del robo, estaba tomando un examen supervisado. Ya que se creyó que por esto el arresto se había producido de manera fraudulenta, el oficial que lo arrestó, Mitsuo Muto, fue acusado de abuso de poder.
Varios años más tarde, un amigo del primer sospechoso de 19 años fue arrestado el 15 de noviembre de 1975. Este arresto se realizó justo antes del plazo de prescripción. Después del arresto, se encontró una cantidad significativa de dinero en su poder, lo que lo convirtió en principal sospechoso del atraco. En el momento del robo, tenía 18 años. Sin embargo, cuando se le preguntó sobre el dinero, el sospechoso no dijo cómo ni dónde adquirió la riqueza. Además, los investigadores no pudieron probar con certeza si su dinero provenía del atraco.
Siete años después de iniciar la investigación, los investigadores han encontrado pocas respuestas. En diciembre de 1975, se agotó el plazo de prescripción sin que se hiciera un solo arresto. Además, a partir de 1988, pasó el período de responsabilidad civil, lo que significa que el ladrón ya no estaría bajo ninguna repercusión legal si alguna vez decidiera confesar el robo. Además, la investigación en sí fue tan intensa y estresante que dos policías se suicidaron durante su curso.
Sin embargo, incluso después de que se eliminó de la mesa cualquier posibilidad de percusión legal, hasta el día de hoy, el ladrón aún no se ha presentado, lo que significa que la identidad del ladrón y el paradero del dinero siguen sin conocerse.
Las pérdidas de Toshiba estaban cubiertas por un seguro y sus empleados recibieron las bonificaciones de fin de año que les prometieron. Sin embargo, la policía cree que el perpetrador pudo haber sido simplemente un idiota afortunado.